Confabulación

Ayer quedé a mediodía con Carmen de la Cerda. Para quien no lo sepa, aunque lo dudo, Carmen es el símbolo de la noche madrileña del 2008. Si hay una fiesta y no ha estado ella, es que no era importante. Fuimos a comer a Lateral de la plaza del mercado de Fuencarral, ese bar-engaño. Es un bar-engaño porque con la táctica de poner unos pintxos baratos, cuando te quieres dar cuenta, te pasa como a Carmen y a mí, que la cuenta es 35 euros. Aunque hay que reconocer que no nos privamos ni de la tarta de chocolate. Rodando llegamos hasta el Lolina, un nuevo café vintage en la calle Espíritu Santo que yo aun no conocía y he de reconocer que tiene su encanto, aunque la camarera parece que se haya fumado diez porros seguidos. Allí, acompañados de un buen café au lait, compartimos mantel con Fernando y Mario Ximénez, con los que siempre es un placer tener una charla distendida.


Aproveché que estaba en el centro para acercarme a la tienda del Ganso de la calle Fuencarral, donde compran todos los pijos de Madrid. Llevo un par de meses preguntando a gente entendida en moda que zapatillas se van a llevar este invierno, y como nadie es capaz de darme una respuesta, me compré las típicas zapatillas de esta tienda en cuadros marrones para hacer tiempo hasta que las tendencias de calzado se aclaren. Era eso o ir descalzo por la calle, y el estilo Remedios Amaya nunca ha sido muy lo mío. En la planta inferior descubrí al dependiente más guapo de todo Madrid. Tenía pinta de modelo de Burberrys o algo así. Muy blanquito de piel, con el pelo rizado y descolocado y con los ojos preciosos. Salimos todos enamorados de la tienda.


Cuando llegué a casa, me puse corriendo a ver Gran Hermano acompañado de unos sándwich de Rodilla. En mi humilde opinión de seguidor de realities, este año Gran Hermano se ha pasado con el tema de las vueltas de rosca. Es injusto a estas alturas de concurso que entre gente nueva, con información adicional y cuyo única cásting, seguramente, haya sido medirle la circunferencia de sus tetas. Pensé que con la vuelta al GH1, volvería el concurso más tradicional y menos enredado. Se ha convertido en el tipo de programa que si te pierdes un día, al siguiente no te enteras de nada. Además, apoyando el disgusto de mi querido Josito Ramírez, no entiendo que España echase a la china Li (de Alcorcón, como yo, y trabajadora de Zara) para dejar a la pavisosa de Gisela, la cual podríamos confundir en cualquier momento con un mueble de la casa. Ya no quedan concursantes como Annita de Gavà o Inma Contreras.


Hablando de televisión, el otro día asistí a un espectáculo sin precedentes. Esperando a que empezase Física o Química (mi serie de culto), estaba tragándome a medias el esperpento Al pie de la letra, presentado por un tipo, salido de GH, cuyos registros interpretativos solo podrían llevarle a protagonizar alguna película rechazada por Jim Carrey. En la ronda final, al chico de la orquesta (no me refiero a Anabel de OT, aunque con esas piernazas podría ser jugador profesional de rugby), le tocó entonar La Revolución Sexual de La Casa Azul. Aquí fue cuando caí en la cuenta de que La Casa Azul es ya mainstream totalmente. Con lo bien que me cae Guille Milkyway, debería replantearse que ha provocado que su música suene en este karaoke televisivo.


Según leí ayer en algun periódico (gratuito, claro), las estrellas del anuncio de Freixenet de esta temporada serán las chicas del equipo de natación sincronizada. A mí éstos anuncios me parece que están desfasados y que cada año importan mucho menos a los españoles. Pero confiaba que este año pusiesen a alguna verdadera estrella del 2008 como protagonista, como por ejemplo a Violeta Santander, Nena Daconte o por qué no, a Carmen de la Cerda. Pero Gemma Mengual es fea, y la televisión no está hecha para que tengamos que ver en la pantalla a feos.